La educación no es un tema menor. Pensar en sus fines, en los medios que se utilizarán; es necesario para comenzar la tarea de educar.
Cada vez que alguien enseña, aprende.Seguramente comienza a ver las cosas de una manera diferente al compartirlo con los demás.
No está bien aprender algo para guardarlo para sí, es necesario compartirlo.
Quien aprende es capaz de enseñar.
Hay muchas formas de enseñar, algunas más fáciles que otras, más efectivas, o incluso más económicas. Todo depende del " para quien "y "para que" de lo que se pretende hacer.
Una de las razones que se deben considerar : son los principios que nos motivan en esta tarea. Ayudar a otra persona, brindarle lo mejor de uno, es parte de este propósito; en la mayoría de los educadores.
Yo quisiera , agregar los principios cristianos.
Ver un poco más alla, de sólo intentar brindar herramientas para solucionar circunstancias cotidianas.
Me gustaría pensar en aquello que podemos brindar para la vida eterna: ayudar a tomar decisiones que lleven a la felicidad, a la salvación de nuestra alma como seres espirituales que somos.
Obviamente el recurso educativo cambia: se dejan los libros de texto y se toma La Biblia, la palabra de Dios como mensaje de salvación para el hombre.
Con ello no nos salimos de la educación, todo lo contrario, creo que nos centramos en lo más importante.
Todo lo demás se agrega estratégicamente, pero complementariamente.
¿Que es más importante que aprender y enseñar del amor de Dios?
Cambiaríamos como sociedad si aprendieramos y enseñáramos más de Dios.
Y no lo digo utópicamente, lo digo en forma práctica, en el diario vivir.
Dios, no es religión, no es una denominación religiosa. Dios es santidad. El que quiere ayudarnos en todo, porque sabe como hacerlo. Quiere enseñarnos como vivir.
El acto de enseñar, para nuestra sociedad esta relacionada con una profesión; pero además es un acto de amor.
Enseña quien quiere dar lo mejor, quien quiere revelar el "secreto". No hay maestros egoistas. O por decirlo de otra manera, si alguien es egoista no es buen maestro.
Cristo fue maestro y dio incluso su vida.
Pensemos en una cocinera, que revela el secreto de una excelente receta, a su hija ,de la misma manera que lo hizo su madre con ella. En este acto, hay alegría.
Alegría al ver como lo que aprendió , otra persona también lo quiere, y se lo demanda.
Hay modificaciones: tal vez la abuela incluía otros métodos de cocción (imaginemos que cocinaba en la cocina a leña) mientras que ella lo hacía en la cocina a gas y tal vez su hija en el microondas. Pero de igual manera la receta se enseña, se aprende y se mejora de maestro en maestro.
Hoy escuchamos quejas que acusan a los alumnos de no querer aprender. ¿no será que los que deben enseñar ya no quieren hacerlo? Tal vez se volvieron egoistas y sólo le tiran un "recetario" pero no comparten el proceso que le imprime voluntad, interés y amor a la tarea.
Pasan tantas ideas por mi cabeza cuando lo planteo desde este punto de vista. Mis pensamientos van más lejos que las materias escolares; se remontan al diario vivir, a encontrar encanto a los vínculos familiares, a las cosas importantes de la vida: sentirse compadecido por el "otro" que está a nuestro lado y que prácticamente no vemos.
La educación lo envuelve todo. Por eso quien quiera destruirla sabe lo que hace, no actúa con inocencia. Así también quien la valora, valora la vida.
Por: Lic. Silvia Stefanoff